El segundo ascenso a Primera División otorgó a la dirección deportiva una nueva oportunidad para demostrar que había aprendido de errores pasados. La terrorífica temporada del regreso a la máxima categoría evidenció la inmadurez con la que llegaba el Mallorca a la élite del fútbol español. El descenso fue más que merecido y demostró el mal trabajo realizado por Javier Recio y Maheta Molango.
Bajar de categoría supuso un mazazo en el organigrama y se produjo una reestructuración más que necesaria. Esta vez, el tándem lo han formado Pablo Ortells y Alfonso Díaz fueron los encargados de confeccionar a la plantilla. Ambos han estado por debajo del mínimo exigido y únicamente han acertado en casos concretos, como la elección de Javier Aguirre para revertir la situación.
Incluir a Alfonso Díaz, CEO de negocios, es obligado porque es el que da luz verde a las operaciones antes de que lleguen a Sarver para dar el beneplácito. La nueva reválida les ha salido cara, pero por detalles que ellos no pueden controlar, pero la gestión ha vuelto a ser nefasta.
Millones dilapilados
Los pocos recursos con los que cuenta el Mallorca han ido destinadas para jugadores que han tenido papeles testimoniales. La lista es muy larga, pero a todo el mundo se le viene a la cabeza los desembolsos por Greiff, Amath o Hoppe. Tres piezas que han pasado inadvertidas y que han costado a la entidad más de nueve millones de euros.
Otros jugadores como Fer Niño, Kang In Lee o Takefusa Kubo han estado muy por debajo de lo esperado, pero a priori eran complementos perfectos para acabar de hacer una plantilla competitiva. El problema aparece en el momento en el que las piezas de orquesta principales tienen papeles terciarios y al final los que actúan son la vieja guardia.
Dentro de los aciertos que contempla el currículum de Ortells encontramos a Pablo Maffeo, Jaume Costa, Muriqi -que fue un ofrecimiento de última hora- y Oliván, que no renueva, en su momento. Este grupo sí que ha dado la talla a lo largo de la temporada, pero que dejan en evidencia una falta de trabajo alarmante que no ha terminado en desgracia por muy poco.
Aguirre, un acierto
Con el que no ha habido ningún error fue en la elección del sustituto de Luis García. El ciclo del entrenador madrileño había terminado y alargarlo más suponía la pena de muerte. Se estiró hasta el límite, pero la reacción fue en el momento justo y la decisión de contratar a Javier Aguirre, acertada.
Ahora, con margen por delante, tiene un nuevo intento de reválida para demostrar que han aprendido de los errores y crear una plantilla equilibrada, competitiva y sin dilapidar millones en apuestas de riesgo.
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